Ignacio de Loyola By Enrique García Hernán
A lo largo de su azarosa vida, Ignacio de Loyola fue un hombre de muchas facetas: paje, soldado, peregrino, estudiante y sacerdote. Se vio obligado a hacer frente a grandes limitaciones, empezando por su escasa prestancia y su constante mala salud, y tampoco poseyó grandes dotes para el estudio ni la producción literaria. ¿Cuál fue entonces el secreto de su enorme carisma, que le permitió no solo fundar la Compañía de Jesús sino además ser declarado santo por la Iglesia Católica?
De la minuciosa labor de investigación de Enrique García Hernán emerge una figura que forjó su identidad con materiales contradictorios, un mediador flexible, inteligente y creativo, con excepcional capacidad para la conciliación y la comunicación, que supo pactar con diferentes actores y adaptarse a las necesidades de su momento histórico, la convulsa Europa del Renacimiento y la Reforma.
Esta novedosa biografía separa nítidamente la idealización religiosa de la realidad documental para trazar el definitivo retrato, no del santo que Ignacio de Loyola llegaría a ser, sino del hombre que fue.
Una contribución decisiva al género biográfico de la mano de un experto en san Ignacio de Loyola. Ignacio de Loyola
Sin duda, una obra monumental. Un ejemplo de biografía moderna, objetiva, rigurosa hasta el exceso, fiel a la más estricta metodología de la ciencia histórica. Pero allí justamente reside la tremenda limitación de esta nueva biografía de San Ignacio. El resultado de tanto rigor metodológico es la acumulación de una masa inmensa de datos sobre el personaje. Hay todo tipo de información, toda ella sustentada en la debida documentación. A veces, los detalles son prolijos hasta la quisquillosidad, sobre todo en lo que se refiere a las genealogías y relaciones de los sujetos que van apareciendo en el libro. Pero como buen historiador, el autor prescinde de todo aquello que pudiese ser subjetivo o estar influenciado por la intención de canonizar al protagonista, como por ejemplo, la Autobiografía o los escritos espirituales del propio San Ignacio. El resultado es un personaje vacío, enigmático, sin interioridad alguna, del que uno no se explica cómo es que llegó a ser santo. Y un libro larguísimo, que no se acaba nunca y que resulta sumamente aburrido, aunque, como en todo libro escrito con rigor, se entera uno de muchas cosas, como por ejemplo que San Ignacio sufría de una enfermedad espantosa que le causaba un aliento terrible. Es un buen ejemplo del problema subyacente a la idea de una biografía científica, entendiendo por científica la pretensión de no referirse a nada que no pueda ser probado documentalmente y, sobre todo, de no dar por buena ninguna apreciación subjetiva que el biografiado pueda tener sobre sí mismo, sobre todo si ésta tiene que ver con asuntos que van contra la metafísica positivista y laica del biógrafo, que por principio no puede aceptar la realidad de los referentes religiosos en los que el santo vivió e interpretó su decurso vital (lo mismo vale para los testimonio de quienes lo conocieron). Así, naturalmente, se puede reunir un montón de información acerca de las circunstancias que rodearon a una persona, pero nunca será posible un acercamiento a la persona misma, que es lo que un lector de biografías espera encontrarse. Prescindir de lo que la persona pensó sobre sí misma, de lo que otros vieron en ella, de los atisbos a su interioridad que estos testimonios subjetivos pudiesen ofrecernos es un presupuesto metodológico válido, pero tan dudoso como cualquier otro. Esta biografía le quita a Ignacio de Loyola justamente aquello que lo hizo grande y digno de que siglos después alguien se tomase el trabajo de escribir una biografía suya: la santidad. Yo diría que esta es la biografía secularizada de un santo, un producto notable de nuestra era laicista y descreída.
Me quedo con la bella y ya un poco añeja biografía de José Ignacio Tellechea Idígoras: Ignacio de Loyola: solo y a pie.
Y, no faltaba más, con la propia Autobiografía del santo.
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